Ladrón caballero
El más célebre ladrón que usó un método para robar peculiar siendo llamado caballero. Quizás porque ningún millonario se vuelve pobre por muchas prendas que le roben, los ladrones de joyas han sido idealizados hasta el punto en que ya no nos parecen tan ladrones. En los 60 Peter Salerno, quien presumía de ser el mejor de los ladrones caballeros, y probablemente con razón. ‘Salerno es el patrón por el que se juzga a los ladrones de joyas’, dijo Bill Adams, uno de los detectives asignados a su caso, en una entrevista para el programa de televisión 60 Minutes. Durante sus 30 años de carrera, Peter Salerno y su socio y concuño Dominick Latella, lograron acumular alrededor de 150 millones de dólares entre efectivo y joyas. Estaban casados con unas gemelas, de una familia conectada con la mafia neoyorquina. Su método era usar el cerebro y no la fuerza. Evitaban las confrontaciones, no llevaban armas y si alguien aparecía, se iban sin haber robado o dejaban atrás el botín. No operaban sin conocer el local y a sus dueños, y se informaban sobre el dinero de sus víctimas con Who’s Who in America y la revista Forbes; y sobre los planos de las casas, con las publicaciones Architectural Digest y Town and Country. Nunca trabajaban en las casas vacías, sino con los dueños adentro, cuando las alarmas estaban desconectadas. No usaban los bancos, y el cash se lo facilitaban sus intermediarias, Wally y Flo Gans, quienes eran administradoras de una tienda del distrito de los diamantes en Manhattan. Les decían The Dinner Set Gang porque siempre robaban a la hora de las comidas, que por lo general eran muy formales y con invitados. Salerno desvalijaba las habitaciones del segundo piso donde se guardaban las joyas, mientras Latella vigilaba el comedor y, si veía algo, le avisaba con un silbido. Pero a Salerno le bastaban tres minutos para hacer su trabajo. ‘Tenía un sexto sentido para encontrar las cosas, incluso en habitaciones enormes’, recuerda Latella. Entre los dos saquearon a las familias más opulentas de los Estados Unidos: los DuPont, los Flagler, los Macy, los Pillsbury, los Gimbel y los Wallace del Reader’s Digest. Cada operación les producía unos 250.000 dólares. Cuando ‘trabajaban’ en la costa de la Florida, llegaban a las propiedades por agua, para evadir las carreteras bloqueadas por la policía. Una noche de 1973, mientras el heredero de los DuPont cenaba en su mansión de Juno Beach, atracaron su balsa y en minutos realizaron el robo más espectacular de su carrera. En esa ocasión, Pete encontró el célebre diamante rosado de 17,65 quilates, que entonces valía 1,8 millones de dólares, dentro de una maleta, con dos grandes zafiros, un rubí, una esmeralda y unas perlas con un diamante de 5 quilates por broche. Esa noche, su trabajo les produjo una ganancia de 12 millones de dólares. En Jupiter Island, le robaron 168.000 dólares en joyas al fundador del Reader’s Digest, DeWitt Wallace, mientras él y su esposa saboreaban un coñac. Al final de la temporada de invierno, seguían a sus presas a New York y Connecticut. Los dos hubieran podido retirarse cómodamente si a fines de los 80 no le hubieran encontrado un cáncer a Gloria, la esposa de Pete. La noche del 21 de enero de 1992, los sorprendieron en casa de la millonaria Rosemary Barry, y alguien llamó a la policía. Fue el final de una de las sociedades de ladrones más productivas que se recuerdan.
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